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sábado, 11 de enero de 2020

SI SABÉIS ESTAS COSAS..


                          SI SABÉIS ESTAS COSAS...
 Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.
                               Texto. Juan 13:1
                               Lectura, Juan. 13: 1/2

            Nuestro Señor Jesucristo había terminado su ministerio terrenal, que fue dirigido a su propia nación y que a causa de sus dirigentes “los hijos del reino” permanecieron en tinieblas espirituales no reconociéndole como “el reino de Dios entre vosotros” Mt.23:13
            Si hiciéramos un breve recorrido sobre el contenido del Cap. 12 de este mismo evangelio, observaremos que fue el principio de la última semana de la vida de nuestro Señor y que se encontraba en Betania, en el hogar de Lázaro, María y Marta los cuales hicieron una cena donde María servía y Lázaro era uno de los que estaban en la mesa. (Jn.12:2)  Sus modos de obrar, así como sus palabras y portentos realizados; según nos relata el evangelista Juan, tenían soliviantados a los Judíos que juntamente con los sacerdotes, acordaron dar muerte a Lázaro,  porque a causa de él muchos de los Judíos se apartaban y creían e Jesús. (Jn.12:11)
            El evangelista Juan, tiene mucho cuidado en recapitular las enseñanzas del Señor, que en sus diversos discurso pronuncio; Jesús había pedido fe en él como enviado de Dios (Jn.12:44/45) repitió que él vino como luz al mundo (vers.46) que no era  un juez que venía a juzgar, sino a salvar,
(vers.47) declara que a causa de la actitud antagónica a su palabra ellos mismos se condenan diciéndoles, que todo cuanto él ha hablado no era de su propia cuenta; su Padre que le envió le dio tal mandamiento de vida eterna; termina diciendo: Así que lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho.( vers.48/50)
            He aquí y como en todas partes de los evangelios se manifiesta a  sí mismo como unido al Padre.  Un buen ejemplo a seguir por todos los que habiendo sido engendrados por el Padre, Hijo y Espíritu Santo pueda oír de nosotros semejante testimonio de unión, de forma y manera que las gentes puedan escuchar de nosotros las palabras que el Padre me  encargo decir.
                        I.- EN EL CENÁCULO
            Juan se muestra muy detallista en todo cuanto menciona; mientras los demás evangelistas cuentan los pormenores ordenados por el Señor para la celebración de la pascua. Mt.26:17/29 – Mc.14:12/25 – Lc.22:17/30  El evangelista Juan se dedica a completarlos magníficamente con un relato exhaustivo de aquellas palabras pronunciadas por Jesús como colofón a la cena  con los discursos que el maestro pronuncio y que empiezan en Jn.13:31 y continua por los cap.14- 15-16, culminando con la oración del cap.17
            En este cap. 13 empieza pormenorizando los detalles y circunstancias que concurrían en el estado anímico de nuestro Señor, y nos relata que sabiendo Jesús que su hora había llegado; consciente de la brevedad del poco tiempo que le faltaba se expresa indicando que era antes de la fiesta de la pascua y es de todos sabido que la palabra pascua significa “paso o pasar de y Juan nos aclara este concepto diciendo: “para que pasase de este mundo al Padre” No es de extrañar que Pablo escribiera; “nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada” (1ª Cor.5:7)
            “Sabiendo” esto es, consciente nos dice el evangelista,
“como había amado a los suyos…los amó hasta el fin” hasta en fin de su vida que es ofrecida en propiciación por la nuestra.
            ¡Que amor tan inmenso, Señor, en ti he visto!
           ¡Que amor me revela tu hondo sufrir¡
          ¿Quien puede su vista posar en el leño, y luego                       
            insensible su ruta seguir?      
         ¿Que viste en mí, pobre hombre para amarme hasta el       
         fin?

            II.-  ¿TÚ  ME  LAVAS?
            Las pruebas de amor y condescendencia que el Señor había dado a los suyos, eran muchas, amó y soportó, y en esta escena la misma noche que iba a ser entregado manifiesta de una forma externa, tanto significado de amor, servicio y humildad que encierra su alma; debió estar en todos y cuantos detalles fueron necesarios sin omitir ninguno por insignificante que fuere para la celebración de la pascua cuya figura central había de ser él.
            Se trataba ahora de demostrar de una forma fehaciente todo cuanto en su ministerio les advirtió y enseñó, con el propósito  real de que si sabían estas cosas las hicieran; así que levantándose de la cena, vrs.4 y antes de volverse a sentar de nuevo; vers.12 el Señor realiza un acto de humildad que debió impactar profundamente a sus discípulos, hasta el punto que Pedro tubo que exclamar, ¿tú me lavas los pies?
            Y es que la escena que nos relata Juan, con todos sus más significativos detalles, no hay para más; fijémonos se levanta de la cena, (o a mitad de la cena)  se quito su manto, (su ropa exterior) y se quedo con su túnica interior que acostumbraba a ser de manga corta, como la típica figura de un esclavo; tomo una toalla y se la ciño. Luego puso agua en    un lebrillo y comenzó a lavar los pies de sus discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido.
            Esta es la típica figura real y verdadera, que el apóstol Pablo nos describe: “se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil.2:7/8)
            Sin duda alguna esta fue la clave de su encarnación; ¡Qué lección tan sublime! El que les había enseñado con palabras, cuando las pretensiones de los hijos de Zebedeo y cuando disputaban entre ellos, cuál sería el mayor; (Mt.20:27/28 –Mt.23:11 –Mc.9:35) ahora lo está rubricando con los hechos, tirando por el suelo todo cuanto de ambición, orgullo, y protagonismo había en ellos. ¡Sí! el verdadero servicio o ministerio tiene su mayor eficacia en la humildad, y el amor es más sentido y apreciado cuando se ejerce en un estado o condición de humildad.

            III.-  SI SABÉIS ESTAS COSAS...
            Después que hubo lavado los pies a sus discípulos, tomando de nuevo su manto, ocupo de nuevo su lugar en la mesa: Es ahora cuando el maestro y Señor, les va a explicar la lección y significado del acto que protagonizó de una forma y manera más incisiva y personalizada. Les dice: ¿Sabéis lo que os he hecho? Se dirige a ellos con una pregunta que él mismo va a responder, subrayando el ejemplo que les había dado, con el fin y como resultado, que ellos mismos mostraran esa misma disposición y actitud en el trato los unos con los otros como fieles imitadores de su Señor, y añade; “el siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que lo envió”  Este acto es y debe ser ejemplarizante, pues debemos notar que el Señor y Maestro está diciendo, “como yo os he hecho” esto es, como yo he obrado con vosotros con amor, humildad, mansedumbre y asiduidad, así debéis obrar y comportaros vosotros. (No riñendo en el camino, quien es el mayor, quien es el que va hacer el servicio más vistoso, -uno a  tu derecha y el otro a tu izquierda-)
            No se trata de lo “que yo he hecho,” sino más bien de cómo yo os he hecho: ¡Bástele al discípulo ser como su maestro!  El Señor apela a la responsabilidad de todos, mayormente de los siervos y enviados; porque la base y éxito del ministerio está basado en la humildad manifestando amor hacia los demás sin reclamar nada para sí: “vosotros cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido mandado, decid Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos”  Lc.17:10
            Si sabéis estas cosas Vrs. 17; parece ser que el Señor esta afirmando en ellos una realidad ya sabida; por lo tanto les faltaba experimentarlo llevándolo a la práctica: Existe una gran diferencia, entre el saber o conocer y el hacer, el tener conocimiento de las cosas nos hace más responsables, si con ese saber solamente nos quedamos, la porción más dichosa, feliz y útil para  -unos con otros- no sería efectiva y todo cuanto del Señor hemos aprendido, en vano: “Sed hacedores de la palabra , y no solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Sg.1:22/25)
            El cristianismo genuino de Cristo, no es meramente un credo, es más que esto; es un conocimiento íntimo, una experiencia, unas vivencias del poder y del amor de Cristo en el creyente, que se ha de traducir en hechos, obras, prácticas y actitudes humildes en beneficio de los demás. Ni que decir tiene, que toda esa actividad responsable por el saber estas cosas, viene sin duda por el hecho incuestionable que encontramos en el primer versículo de esta capitulo; “como había amado a los suyos… los amó hasta el fin” y que relacionado con en vrs.34, donde el Señor nos da un mandamiento nuevo; que os améis unos a otros; como yo os he amado, nos abre una dimensión más amplia sobre lo que es el amor fraterno y mutuo que el Señor promulga. –no contemplado en Lv.19:18 – porque sigue una norma enteramente nueva “como yo os he amado”  es decir de igual modo y manera desinteresada, humilde y gratuita, que redunde en beneficio de los demás,  no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado (1ª.Pdr.5:3)
            Y lejos de cualquier otra interpretación sobre el amor, el Señor nos manda y enseña prácticamente como tenemos que ejercer el amor, independientemente de que a nosotros nos amen o parezca que así no sea.
            IV.- BIENAVENTURADO… SI LAS HICIEREIS
            La lección que el Maestro ha querido imprimir en el ánimo y conciencia de sus discípulos dándoles ejemplo por el acto realizado en ellos, es una enseñanza de igualdad no solamente en la carne  (hecho semejante a los hombre) sino en un sentido más profundo y espiritual, (el siervo no es mayor que su Señor) resaltando con el ejemplo, que la única forma y manera de ser el mayor, es tener una actitud de servicio humilde y de amor basado en ese conocimiento de “saber..” cuyo resultado y premio es la dicha, la felicidad, la bienaventuranza que siempre está en el “hacer estas cosas.”
--- Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. (Mt. 25:21)
                                                                       V. Ibáñez