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jueves, 5 de mayo de 2022

MOTIVO Y CO NSECUENCIA DEL AMOR DE DIOS

 

          MOTIVO Y CONSECUENCIA DEL AMOR DE DIOS

                                Lectura. 1ª. Juan, 4:7/12

                                     Texto.1ª.Juan, 4:11

               Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también                                 nosotros amarnos unos a otros.

 

            La clave de esta meditación, está más bien relacionada con el resultado del amor de Dios y con el motivo o consecuencia.

            Ante nosotros tenemos unas manifestaciones que el apóstol subraya, diciéndonos que la consecuencia o motivo del amor de Dios,  se mostro al enviar a su hijo unigénito para que vivamos por él, y que el resultado real por el cual somos beneficiarios todos nosotros, es que él es la propiciación por nuestros pescados. ¡He aquí el hecho incontrovertible del amor de Dios!; una iniciativa divina que como consecuencia le amamos porque él nos amó primero.

            Ahora, amados dice el apóstol, la lección práctica es:

Si Dios nos ha amado así, debemos también –de igual manera- amarnos unos a otros. Sin duda que Juan recordaba las palabras del Señor Jesús cuando dijo: Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Jn.15:12/13

            Alguien dijo, que el amor es una dulce palabra pero aun más, es un dulce hecho. Ni que decir tiene, que hay mucha razón en ello; no podemos estar hablando del amor todo el tiempo de una forma o manera interesada y victimista, si no estamos dispuestos a ejercitarlo con el espíritu que fue manifestado y motivado por el Señor. Porque todo amor, mi estimado lector, aun el mismo amor carnal que mas corrientemente llamamos “cariño,” lo aplicamos en el mejor sentido y cosas, porque lleva consigo cierta bienquerencia para con aquellos a quienes se ama.

            De esta forma también el apóstol Pablo manifiesta esta verdad, en su motivo y consecuencia: Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros (Rom.5:8)  Me sugiere mi mente aquella segunda estrofa del himno de Don Mariano San León que reza así: ¡Misterio profundo la Cruz del Calvario! ¡El Verbo humanado muriendo por mí! ¿Qué viste en el hombre, Señor, que te llegas al leño espantoso y mueres por mí?

            SI YO OS HE AMADO ASÍ.

                ¡Que amor tan inmenso! Y Señor, tu nos dices, si yo os he amado así: ¡Pero cuanta flaqueza, debilidad y torpeza hay en mí! ¿Yo debo amar de tal forma y manera como tú me amaste a mi;? Tal es la enseñanza que el apóstol Juan quiere que impacte en todos nosotros; nada el Señor busco de nosotros y sin embargo nos busco como algo a rescatar.

            Recordemos todos, una sola oveja se le había extraviado, la encontró y se la puso sobre sus hombros gozoso; ¿Y qué diremos; que la oveja era necesaria al pastor, o más bien que el pastor era necesario a la oveja? ¿A caso nos amó Dios para que siguiéramos siendo extraviados pecadores? ¡No! amó lo que quiso que fuéramos, motivo de su gozo y ovejas de su prado. Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios…y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser.

            Recuerdo haber leído alguna vez, algo así: Miguel Ángel, un buen día vio un enorme bloque de mármol que habían extraído de la cantera y al verlo dijo en una expresión de admiración. ¡Eh aquí a Moisés! No se ilusiono del tosco bloque de mármol, sino que en su arte vio lo que había de ser.

            Mi querido y paciente lector, desde el momento que hemos tratado de reflexionar sobre el amor que debemos ejercer para con nuestros hermanos, nos hemos visto involucrados en que si amamos debemos amar como él nos amó y esta consecuencia es trasladada también a nuestros semejantes, prójimos o enemigos; están estrechamente relacionadas una con la otra; pues si bien el apóstol sobre el amor a nuestros enemigos en esta epistola no dice nada, bien leemos en el evangelio: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen:… Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? (Mt.5:44/46)

            Así que como consecuencia de este mandamiento, debemos nosotros dilatar nuestro amor de forma y manera que llegue hasta nuestro enemigo de la misma disposición o porte con que él nos amó a nosotros. Nuestro Señor Jesucristo es una fuente de ejemplos, de cómo amo a los pecadores y enemigos, desde la cruz pidió al Padre el perdón para los que le sentenciaron y le clavaron en el madero; (Lc.23:34) y si pidió el perdón, ¿no fue con intención de rescatarlos a fin de   estar con él en el paraíso? Y yo si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo. (Jn.12:32)

            Por consiguiente deberíamos reflexionar más sobre el

Amor de Dios derramado en nuestro corazón, (Ro.5:5) y comprender que no todo lo que pensamos sobre el amor, es amor fraterno. Dios nos mostró su amor, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros, (Ro.5:8)  y si nos amó y nos ama, ¿no será que ama más al enfermo que a la enfermedad? ¿No trata el médico de eliminar la causa o motivo de la enfermedad con el fin de liberar al enfermo de tal azote?  El hecho de decir a la Samaritana  toda la verdad,  ¿era por porque la quería menos o para que tuviera conciencia de los cinco maridos que tuvo y el que tenia no era su marido? Ella fue más sincera que muchos de nosotros; estimó que me ha dicho toda la verdad; y la verdad hace a los hombres libres si la aceptan.

            Tal es el amor con que él nos amó y al que estamos llamados a practicar, buscando en ello rescatar el alma descarriada; creo que este es el sentir del siervo de Dios Santiago cuando en su epistola nos dice: Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma y cubrirá multitud de pecados. (Stg.5:19/20)  

            Seamos sinceros y consideremos como debemos amarnos, porque no siempre lo mejor es bueno para nosotros, ni para nuestros hermanos o prójimos, puesto que la Escritura expresa un amor redentor y rescatador a una continua comunión con Dios. Las amonestaciones de Moisés al pueblo de Israel estaban dirigidas en este sentido. Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios para cumplir sus mandamientos que yo te ordeno hoy; no suceda que comas y te sacies, y edifiques buenas casas en que habites, y tus vacas y tus ovejas se aumenten, y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tuvieres se aumente y se enorgullezca tu corazón, y te olvides de Jehová tu Dios. (Deut.8:11/14)

            Así que mis pacientes lectores termino con las palabras del apóstol Pablo: Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación. (Ro.15:2)

 

                                                                       V.Ibáñez