TE PIDO PERDÓN…
Jeremías 31:34
Seguramente en más de una
ocasión te has sentido OFENDIDO por alguna circunstancia que te han causado a
la que esperas unas disculpas. Pero si somos sinceros, podemos estar de acuerdo
tu y yo que mucho más a menudo de lo que pensamos, los que hemos causado ese
dolor hemos sido nosotros mismos.
La Biblia habla de estas
situaciones tan cotidianas en nuestro día a día y la manera en la que debemos
tratar esa reconciliación a una ofensa o herida en busca de un PERDÓN genuino.
Pero antes de adentrarnos en la esfera del perdón horizontal entre las
personas, tendremos que ver como Dios actúa con nosotros en esa relación de
perdón vertical, pues será nuestro referente y gran ejemplo.
Dios ofrece el perdón a toda
persona que confiesa y expresa su maldad contra el creador a través de una
oración que nace de un ARREPENTIMIENTO verdadero, pues “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1ª Juan1:9). Además, en
ese perdón vertical Dios da un paso más al decir: “perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado”
(Jeremías 31:34) y no sólo eso, sino que metafóricamente lo entierra en lo
profundo del mar (Miqueas 7:19), por
tanto, no hay RENCOR alguno por parte de Dios.
Si ahora pasamos al plano
horizontal, en muchas ocasiones, el orgullo humano nos impide buscar esa
RECONCILIACIÓN entre la pareja, con nuestros padres, hijos o familiares, con
amigos, compañeros de trabajo, del instituto o incluso con personas que no
conocemos pero que nos han causado gran dolor.
El orgullo es el muro que
dificulta en primer lugar ir a pedir perdón y en segundo lugar perdonar y
restaurar relaciones deterioradas o incluso rotas. La Biblia expresa “Sed más bien amables unos con otros,
misericordiosos, perdonándoos unos a otros, así como también Dios os perdonó en
Cristo.” (Efesios 4:32). Al entender que uno ha sido perdonado por Dios,
debe actuar con la misma MISERICORDIA y también perdonar al prójimo. (Recuerda
la parábola del hijo pródigo y como corre el padre cuando ve llegar a su hijo
en busca de perdón).
Pero además, el perdón
bíblico va mucho más allá de lo que la sociedad entiende como perdón, pues como
leemos en Mateo 5:23-24 el mismo
Jesús dice: “si llevas al altar del
templo una ofrenda para Dios, y allí te acuerdas de que alguien está enojado
contigo, deja la ofrenda delante del altar, ve de inmediato a reconciliarte con
esa persona, y después de eso regresa a presentar tu ofrenda a Dios.” El
perdón del que Jesús habla no es pasivo esperando que alguien venga a restaurar
la ofensa, sino que es activo, o como diríamos hoy en día PROACTIVO. Es de un
nivel superior, pues reclama que demos el primer paso aun cuando uno sea el
mismo ¡ofendido! entendiendo que ese problema debe solucionarse cuanto antes y
no enquistarse. Y lo prioriza incluso al momento dar una ofrenda a Dios.
Cuando nos acercamos a la
mesa del Señor para tomar el pan y el vino, vemos que es un espacio donde no
hay ninguna diferencia entre pobres y ricos, entre mujeres y hombres, entre
razas humanas ni tampoco etnias, pues es un lugar para todos a un mismo nivel.
Es donde recordamos y reconocemos que Dios siendo el ofendido también dio el
primer paso de reconciliación acercándose primeramente al hombre en forma humana
y posteriormente entregando a su hijo Jesús en la cruz, la mayor ofrenda jamás
realizada, para pagar el precio causado en busca de RESTAURACIÓN y perdón
contigo y conmigo.
Dios quiera que estas líneas
nos ayuden a entender la dimensión del perdón bíblico y nos animen a restaurar
de una vez y para siempre relaciones humanas destruidas, sin rencores del
pasado, con un sencillo y verdadero “TE PIDO PERDÓN…”
Josué Ibáñez Valera