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viernes, 24 de febrero de 2023

 

                                              DOS ARMADURAS

                                          Con características distintas

                                                          Lecturas en:

                                   1ª.Samuel 17:38/47  y  Efesios 6: 10/18    

                      

         La lectura de estas  dos porciones, son muy enriquecedoras, porque nos muestran muy a las claras, la diferencia existente entre una armadura y la otra; así mismo entre un combate el otro.

          Como podemos observar, el combate de David con Goliat, era de   “carne y sangre,” y aparentemente muy desigual; pero la realidad estaba allí, en medio de dos campamentos.

            Ante tamaño desafío y dificultad que tenían delante de ellos los Israelitas, ¡que menos que proteger al muchacho dispuesto a hacer frente a tal provocación!:  Así que, el rey Saúl, vistió al muchacho David con sus ropas – de guerra – y puso sobre su cabeza un casco de bronce, y le armó de coraza. Y ciñó David su espada sobre sus vestidos, y probó a andar.

            ¡Ya sabemos las consecuencias!,  ni andar pudo: por consiguiente, extraemos la lección de lo peligroso que resulta vestir o investir con elementos de protección, no habituales y carentes del debido adiestramiento para un encuentro ofensivo. Yo no puedo andar con esto, porque nunca lo practiqué. Y David echó de sí aquellas cosas

            La determinación fue muy clara y resolutiva, tomó sus enseres habituales que formaban parte de su propia vida y personalidad, y salió al combate, no por sí, sino en el nombre de Jehová de los ejércitos., el Dios de los escuadrones de Israel.

            Hago aquí un paréntesis para relacionar. 1ª.Sam.17:47 Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla y él os entregará en nuestras manos. En el trasfondo de la actitud de David, destaca su plena confianza en aquel cuyo nombre es el vencedor de las batallas, que salva por su poder; por consiguiente me lleva a considerar lo que el apóstol Pablo nos exhorta en Ef.6:10 a fortalecernos en el Señor, y en el poder de su fuerza.

            Sin duda alguna que esta ha de ser nuestra premisa, para hacer frente contra las asechanzas del diablo, y se nos recomienda a vestirnos de toda la armadura de Dios; porque ha diferencia del combate de David que era de “carne  y sangre”, esto es elemento humano; nuestra lucha es, contra huestes espitiruales de maldad. (Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas. 2ª.Cor.10:4)Ni siquiera es ofensiva, todo lo contrario, es defensiva, puesto que nos manda a resistir, a estar firmes, a apagar los dardos, a orar, a velar y a perseverar en ello. Si esto es así,  Sabrá toda la congregación y el mundo, que Jehová no salva con espada ni con lanza.

            Como hemos considerado, las dos clases de armaduras, por cierto, eran muy distintas una de la otra. Saúl el rey, quiso vestir con sus ropas a David: Puso sobre su cabeza casco de bronce y le armo de coraza, le ciño de espada; bien protegido en lo que se advierte exteriormente, para una batalla muy significativa. – (Debo decir que la armadura entre los Israelitas, parece ser que era prerrogativa –privilegio del rey.-  Uzias (Azarias) fue el primero que armo a todo su ejército de armadura. 2ª.Cron. 26:14)

            Digo que esta batalla es muy significativa, por cuanto el relato de 1ª.Sam. 17:4/8, que muestra las características de Goliat con su armadura, eran aterradoras; era un fiel representante de una fuerza bruta, que desafiaba por espacio de 40 días al pueblo de Israel:

Quienes oyéndolo vociferar, se turbaron y tuvieron gran miedo.

            No siempre la fuerza bruta usa de sensatez, puesto que el desafió lanzado a Israel y a los servidores de Saúl que tanto asustaba;

fue prontamente y fielmente interpretado por el muchacho David, quien aclaro, que tal provocación era contra los escuadrones del Dios viviente. Tan profunda convicción le alentó al enfrentamiento, no sin antes hacer pública una confesión de fe. Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado…y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel.

            El Dios viviente, en contraste con los dioses paganos hechos de manos humanas. El Dios único que vive; y este testimonio, esta verdad, es para que lo sepa toda la tierra. ¡ Que declaración de fe más trascendental y hermosa.! Esta convicción de un Dios vivo, ha de fortalecerse y anunciarse en todas las circunstancias de nuestra vida, porque nuestro Dios, no salva con espada ni con lanza, sino con el  poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos. Ef.1:19:20  El poder de su fuerza obrando en nosotros nos ara ser mas que vencedores, y ha de ser verdad y experiencia propia lo que cantamos: “Mi confianza he puesto en ti Señor, mi confianza he puesto en ti.”

            Me gustaría resaltar la importancia de la recomendación del apóstol a vestirnos de toda armadura de Dios. Si nos fijamos, Pablo comienza su epístola llevándonos como por un vuelo a los lugares celestiales, haciendo de todo creyente que seamos benditos con toda bendición espiritual. Ef. l:3 Sin embargo termina su epístola con una descripción tan real de la esfera terrestre, en donde los creyentes debemos mantenernos firmes, frente a las fuerzas espirituales que nos son hostiles; de ahí, su insistencia en pedirnos que nos fortalezcamos, no en nosotros, sino en el Señor y en el poder de su fuerza, y nos exhorta a vestirnos de toda armadura de Dios, esto es; que hagamos nuestra esta verdadera protección; puesto que se nos invita a tomad, que en verdad es un acto consciente de apropiación individual para resistir: Tengamos bien en cuenta esto, para resistir, no para vencer; Cristo es el vencedor, a nosotros se nos ha concedido resistir y padecer por él. Es pues nuestra responsabilidad el vestirnos bien de la armadura de Dios.

            Por lo que leemos en esta epístola, esta armadura, consta de siete partes bien diferenciadas que el apóstol describe como necesaria para nuestra lucha defensiva y continuada, contra elementos espirituales y que consisten en:

            Cinto: que ciña nuestros lomos con la verdad; la lucha no lo será, si estamos preparados dentro de la esfera de la verdad. (Isa.11:5 – 1ª.Pdr.1:13)

            Coraza: de justicia, es la parte que protege el corazón, en su Justicia , integridad y rectitud.(Isa.59:17 – 1ª.Tes.5:8)

            Calzado: el calzado hace que nuestros pies estén firmes en él

y en la confirmación del evangelio de paz. (Isa.52:7  Nah. 1:15 – Rom-10:15)

             Escudo: de la fe,  este sobre todo,  parece una adición, como si dijera: “además” protegeros en esa esfera de la fe, que es la que vence al mundo. (1ª. Jn. 5:4)

             Yelmo: casco de la salvación, Cristo es nuestra salvación,  protección y por el poder de su fuerza, venció sobre todo principado, potestad, potencia y señorío. (Ef.1:21)

            Espada: del espíritu que es la palabra de Dios: “es, el escrito está,” que utilizo el Señor Jesús y sigue siendo viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos; y que alcanza hasta partir el alma, y aun……Hbr.4:12

            Orando: es y debe ser el hilo conductor que sintonice constantemente, con aquel que es el vencedor, el Dios vivo, de quien es la batalla.

            Hay que tener en presente que toda armadura diseñada para el combate espiritual, ya fue en parte y en todo, utilizada con esplendidos resultados, por nuestro divino combatiente el  Mesías prometido.

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           Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura. Isa 11:4/5.

        Pues de justicia se vistió como de una coraza, con yelmo de salvación en su cabeza. Isa.59:17

            ¡  Cuan  hermosos son sobre los montes los pies del que trae la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: ¡ Tu Dios reina. ! Isa.52:7  -  Rom.1º:15

                                                                     V.Ibáñez