RECUERDA POR TANTO
Lectura. Apoc.
2:1/7
Texto.
Apoc. 2:5
“Recuerda, por tanto, de donde has caído, y
arrepiéntete, y haz las primeras obras; . . . . . . .
Esta
lectura corresponde a la primera carta de las siete que el Señor manda que sean
enviadas a las iglesias que están en Asia. (cap.1:11) Es mismo Señor
Jesús quien se describe como: “el que tiene las siete estrellas y
anda en medio de los siete candeleros.” Expresiones sin duda de su
constante presencia y actividad en medio de las iglesias; (cap.1:20) ellas
reciben de él la luz y él puede cuando quiera, “quitar el candelero
de su lugar” (cap.2:5)
Sin
duda que este es el primer mensaje del Señor resucitado y está dirigido a la
iglesia en Efeso, la más importante e influyente de toda la provincia de Asia
Menor. El Señor que escudriña el corazón y los riñones, conoce perfectamente
las obras, las actividades y las condiciones morales de cada iglesia; no
solamente las de su actividad o de las acciones aisladas de sus miembros, sino
todas las manifestaciones de su vida, que como cualquier árbol sus frutos
pueden ser buenos o malos.
Así
pues, como podemos apreciar este mensaje tiene varios aspectos; la aprobación,
la censura, la exhortación y una invitación con promesa; los creyentes son
alabados por sus obras y por su paciente resistencia ante la hostilidad pagana;
además habían rechazado con razón a los falsos apóstoles y las malas enseñanzas
e influencias de los nicolaítas. (Los nicolaítas fomentaban la doctrina de
Balaam y una mal entendida libertad, por la cual los creyentes podían
permitirse consumir cosas sacrificadas a los ídolos, en contra a las
observaciones del concilio de Jerusalén, Hch.15:29 y a cometer actos inmorales.
(apoc.2:14)
No obstante
esas virtudes, los cristianos de Efeso son amonestados por haber dejado su
original calor de amor y devoción; las obras de la iglesia continuaban, pero no
son ya las primeras obras porque les faltaba el espíritu de la caridad; ninguna
cualidad digna de alabanza sirve si hay falta de amor. (1ª. Cort.13:1/3)
El Señor
formula este áspero y severo cargo “has dejado” -abandonado– tu
primer amor” severa reprensión, porque por lo que leemos la
iglesia –no ha perdido- como algo irrecuperable por un acto
involuntario, sino todo lo contrario, “ha dejado” como
algo que se abandona voluntariamente y que es factible de volverse a recuperar;
y no deja de ser a la vez de que se nos acusa, un aldabonazo, un llamamiento a
nuestra conciencia adormecida por la práctica de un servicio rutinario o
profesional.
I.- Aquel primer amor
Quienes estén en condiciones
de recordar, -pues se nos invita a ello- traerán a sus mentes
aquellos primeros años de nuestra conversión; fueron de alegrías, le amábamos
porque él nos amó primero y su amor fue para nosotros una fuerza impulsora en
celo, y devoción; quienes nos rodeaban nos alentaban con su espíritu
de amor trabajando por el Señor y animándonos a tomar parte en ese espíritu
misionero-evangelizador desinteresado, con el fin de que otros encontraran en
el
Señor lo que nosotros habíamos encontrado
y estábamos experimentando.
Era
un tiempo celoso en devoción, en sacrificio y trabajos, fue puro y
desinteresado, solo el servirle y agradarle nos importaba, no fue carga
molesta, ni una rutina obligada, sino un corazón ensanchado y agradecido, todo
fue un gusto y se abrieron más puertas al testimonio. ¿No era así queridos
hermanos? Un gran amor mutuo, un vivo interés los unos en los otros, un celo
por no faltar a ningún culto, un espíritu misionero (uno por uno)
para la conversión de otras almas, todos pronto para orar y para hacer lo que
hiciera falta; hubo armonía, gusto, comunión, gran alegría, conversaciones
sobre la palabra; esto fue nuestro primer amor y sin duda el de aquellos
creyentes de Efeso.
II.-
has dejado – abandonado
Atención hermanos, este
cargo que el Señor nos imputa es un llamamiento a nuestra conciencia y una
denuncia común al acto mismo voluntario que ello implica, puesto que se puede
dejar una cosa, para coger otra y en esta acción interviene la voluntad. Traeré
a vuestra consideración la apostasía de Israel, denunciada como aquí por
nuestro Dios. “Me he acordado de ti, de la fidelidad de tu juventud,
del amor de tu desposorio, cuando andabas en pos de mí… ¿Qué maldad hallaron en
mí vuestros padres, que se alejaron de mí, y se fueron tras la vanidad y se
hicieron vanos? (Jer.2:2-5)
Es
bien evidente pues, que una especie de moral relajada libre o poco sana, que
invierte los más elementales principios de un andar con Cristo nos ha invadido
sino fascinado; porque ya no se trata de trabajar por amor de su nombre y
hallar mentirosos a los falsos apóstoles y no desmayar en este empeño, sino de
algo voluntario que hemos hecho, has dejado, por
lo que todo o cualquier cosa vale si es hecho en su nombre. Sobre esto el Señor
dice: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no
profetizamos en tu nombre, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les
declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mat.7:22/23)
¡Pero
quién nos alucino! ¿habrá sido tal vez la influencia de los nicolaítas
modernos, con sus ideas progresistas de libre moral que todo lo aceptan y
justifican cualquier situación por estragarse en las costumbres de este Mundo?
Ejemplos tenemos de cómo esta influencia actúo en la historia con perniciosos
resultados.
Balaam
no pudiendo alcanzar sus objetivos de maldecir al pueblo de Israel, aconsejo a
Balac para que las hijas de Madián sedujeran a los hijos de Israel, el
resultado fue fornicación e idolatría (Num.25:1/2 y 31:16) Sansón fue fascinado por los
encantos de Dalila y sucumbió ante sus engaños, resultando con la perdida de la
vista. (Jue.16:21)
El
ambiente de Sodoma y Gomorra, fomento si
duda la incredulidad de la mujer de Lot, y quedo convertida en estatua
de sal. Demas,
amaba este mundo y por ello abandono al apóstol Pablo. (2ª.Tim.4:10)
Los ojos de David
despertaron sentimientos impuros pecando con Betsabé. (2ª. Sam.11:1/4)
Acán, fue fascinado por el
oro y el manto babilónico y fue su perdición. (Jos.7:1-20/21)
III.- Recuerda,
por tanto,..
El Señor formula una
invitación, en orden a la causa que ha provocado este abandono y nos emplaza a
recordar; esto es, traer a la memoria, donde, cuando y como fue nuestra caída,
es decir, que nos examinemos muy interiormente hasta tener conciencia de cómo
fue nuestro acto deliberado, “de dejar” y
efectuar una vuelta completa dando la espalda al camino o situación que
teníamos delante.
Este
reconocimiento de donde se ha caído y el acto de salir de él, está muy bien
explicado en las Escrituras: David reconoció su cruenta falta y confeso
arrepentido: “Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está
siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo
delante de tus ojos. …Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un
espíritu recto dentro de mí” (Sal.51)
V. Ibáñez