¿ME
AMAS?
Texto.
Juan. 21:15/17
"Simón,
hijo de Jonás, ¿me amas más que estos?
La lectura de este capítulo último
del evangelio de San Juan, nos presenta la persona de Simón Pedro, en el episodio
más trascendente para su vida espiritual. Si bien en los evangelios de Mateo,
Marcos y Lucas son los únicos que relatan la negación a Jesús por Pedro; en
este evangelio de Juan tenemos además, la historia de su restauración y
rehabilitación a la actividad apostólica.
Me supongo que todos estamos al
corriente de las circunstancias en que fue dirigida esta pregunta del Señor a
Pedro, pues lo cierto es, que éste estaba soportando una crisis moral de la
cual debería salir a partir de su amargo arrepentimiento (Mt.26:75)
Ahora Pedro se encuentra con seis de
sus compañeros tratando de pescar, cuando el Señor les llama la atención,
preguntándoles si tenían algo para comer; (Jn.21:5) ante la negativa, les da
instrucciones con el fin de echar las redes a la derecha de la barca; el
resultado fue tal que no podían arrastrar la red por tanta provisión de peces.
I.- LA ESCENA RECONCILIADORA
Debemos hacer notar que es el
Señor quien les dice: Venid comed. El
es el gran previsor y proveedor de forma y manera que cuando estuvieron en
tierra, vieron brasas puestas y un pez
encima de ellas, y pan. Esta escena tan entrañable, trae a mi mente aquella
otra, cuando Pedro sentado alrededor del fuego en casa del sumo sacerdote negó
al Señor por tres veces. Se creyó fuerte cuando dijo: aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré;
(Mt.26:33/35) pero cayo lastimosamente, pues como siempre la carne es
débil.
Así cuando hubieron comido, Jesús
mira a Simón Pedro, que estaba junto a los otros alrededor del fuego, y notemos
la forma y manera que el Señor emplea para hacerle recordar su condición y
caída. Le pregunta a él, (como en aquella ocasión a él le preguntaron; no eres
tú su discípulo) pero esta vez, esta pregunta no es de acusación ni de
reproche, sino de restauración y de rehabilitación. ¿Me amas?
Le recuerda sí, su caída y por tres
veces le hace la misma pregunta; Cristo sabia de su amargo arrepentimiento y no
le reprocha nada de todo ello, El no le recuerda que ya se lo advirtió, ni
siquiera le pregunta por su fe; Cristo solamente quiere una confesión de amor
hacia El. ¡ Cuanta gracia, compasión y comprensión el Señor muestra en nuestras
debilidades !
¿Me amas? Que conformidad por parte de Jesús, solo
quiere nuestro amor; y esta bendita solicitud, ¡como escudriña nuestra
conciencia! Claro Señor que te amo, pero tú me amaste primero.
Pedro apela a la comprensión de su
maestro y le dice: tú sabes expresando así su experiencia y desconfianza
en sí mismo. Es en esta actitud de
humildad y amor que se adquiere la virtud que le hace apto para apacentar las
ovejas de su Señor.
II.- EL AMOR COMO
FUNDAMENTO
Mis queridos lectores, el amor a
nuestro Señor Jesucristo es y ha de ser el fundamento y el motivo dinámico de
cuanto hagamos en y para su servicio, y ha de ser la base de todas nuestras
actividades en su obra y en nuestra convivencia en la iglesia.
Sin duda alguna, de esto se olvido
la iglesia de Efeso de tal manera que, El, que juzgaba su conducta tenía que
reprenderle diciendo: tengo contra ti que has dejado tu primer
amor. (Ap.2:4)
Como sabemos se trataba de una
iglesia activa, sufrida, paciente, que trabajaba sin desfallecer y sin admitir
doctrinas contrarias a la verdad; no obstante, estaba en peligro de perder su
testimonio porque todo lo que hacía, fallaba por la base que debía ser
impulsada; el amor al Señor, y en este sentido es amonestada a que recuerde su
caída y que se arrepienta.
El trabajo que Pedro iba a emprender
una vez rehabilitado, tenía que tener esta base fundamental y ha de ser nuestra
base, si aspiramos a agradar a Dios y no a los hombres. Desgraciadamente es
posible que se infiltren en nuestro corazón, otros motivos subalternos e
indignos: La palabra de Dios ofrece ejemplos de algunos que obraban así; Juan
mismo tiene que escribir sobre Diótrefes el que amaba tener el primado. (3ª.Jn.vrs.9) Este hombre no era constreñido por el amor a
Cristo, sino por sus propias ambiciones y su afición al mando o a la primacía sobre los demás.
Pablo advierte a Timoteo de los tiempos
peligrosos, de los postreros días cuando
habrán hombres amadores de sí mismos, (2ª.
Tim.3:1/4) infatuados amadores de los deleites más que de Dios.
A menudo el testimonio de la iglesia
es menospreciado y no lo suficiente valorado en el mundo contemporáneo, por
causa de amar más los personalismos y conveniencias humanas que llegan a
eclipsar por completo ese amor a Cristo.
Hay todavía otro amor que pretende
competir sutilmente con el amor que debemos al Señor, y muchos son los que sin
darse cuenta sucumben en él; con respecto a esto Pablo dice: Demas me ha desamparado, amando este mundo
(Tim.4:10) Recordemos todos y cada
uno de nosotros, las salutaciones y exhortaciones del último capítulo de
primera de Corintios (1ª.Cor.16:22), en ellas se hallan estas palabras muy
acordes y significativas. “El que no amare al Señor Jesucristo, sea
anatema. El Señor viene.”
Consideremos y reflexionemos en
nuestro interior la pregunta que Jesús hizo a Pedro y tratemos de contestarla
honestamente ante el Señor; porque un mero asentimiento del evangelio
acompañado de una fe intelectual desprovista del amor a nuestro Señor, es la
que, según Santiago profesan los demonios. “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.”
(Stg.2:19)
Hermanos todos, el amor a Cristo ha
de ser la fuerza que ha de impulsar un verdadero servicio o ministerio
cristiano. Poco vamos a poder hacer en nuestro servicio, si este es motivado e
impulsado por el simple sentido del deber cumplido, como si de un requisito
legal se tratare. “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y
el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestare a él.” (
Jn.14:21)
V. Ibáñez
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Vicenteibanezsaez@hotmail.com
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