Translate

miércoles, 7 de diciembre de 2016

EL MENSAJE OÍDO DE ÉL

                                 EL MENSAJE OÍDO DE ÉL
                                      Lectura.  1ª.Juan. 1:1/10
                                           Texto: 1ª.Juan.1:1
Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida.

            El Apóstol San Juan, se propone en esta epístola dar testimonio, una vez más, de Cristo como nuestro salvador, vinculando esta realidad a todos a Cristo y por medio de Cristo a Dios, con el fin de que nuestra comunión verdaderamente sea con el Padre y con su Hijo Jesucristo, lo cual proporciona cumplido gozo.
            Este gozo que proporciona la comunión con el Padre y con el Hijo, trae como consecuencia que nuestro caminar sea en la luz, como él está en luz, induciéndonos de esta forma a la comunión unos con otros, haciéndonos participes de su gracia al ser limpios por su sangre de todo pecado.
            El apóstol se presenta ante todos nosotros como un fiel testigo, y afirma una realidad vivida que nos revela en primer lugar, la eternidad de nuestro Señor Jesucristo al decirnos: “Lo que era desde el principio”  relacionándolo sin duda, con su evangelio que empieza así: “En el principio era el Verbo” Y sigue atestiguando por lo que él mismo vio, consideró y tocó con sus propias manos; es un peculiar estilo de testificar de Cristo empleando los sentidos, anunciando de este modo, que lo que oyeron, vieron y palparon, era al Verbo de vida. ¿Y cómo pudieron tocar con sus manos al Verbo de vida?  Porqué,  aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros y sigue diciendo: (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre) lleno de gracia y de verdad. (Jn.1:14)  Continua el apóstol (porque la vida fue manifestada, y hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó)

            I.- LA EXISTENCIA ETERNA DEL VERBO
            El autor de esta epístola sigue dando énfasis y repitiendo esta realidad incontrovertible de la encarnación de nuestro Señor Jesucristo, como el Verbo de vida, la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó. Esta manifestación de la vida eterna, esto es. La vida de Dios en Jesucristo, es para Juan de una certeza absoluta y debe serlo para nosotros también mis queridos lectores: El había oído hablar al Señor Jesús de su eternidad cuando dijo: “Antes que Abraham fuese, yo soy” (Jn.8:58)  Recordaba sin duda las palabras de Jesús en el huerto de Getsemaní cuando oraba así:
“Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” (Jn.17:5)  y esta otra manifestación: “Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo y voy al Padre.” Jn.16:28
            Juan sabia que Cristo existía antes que se crearan todas las cosas visibles, habría leído en Prov.8:29/30 “Cuando establecía los fundamentos de la tierra, con él estaba yo ordenándolo todo.”  Todas estas cosas había oído tocante al Verbo de vida y vivió para declarar esta verdad y su objeto principal, era el trasladarnos su propia experiencia ratificando con ella, que aquel por quien todas las casas subsisten, sus orígenes eran eternos como él es eterno, y que al manifestarse trajo consigo la vida eterna para todos los mortales.
            II.- ÉL, ES LA VIDA ETERNA
                Una y otra ver más, el apóstol vuelve a retraer su testimonio con respecto a la vida eterna que estaba en el Padre y nos ha aparecido; y se apresura a decir lo que hemos visto y oído es lo que os anunciamos. ¿Pero qué es lo que vieron los apóstoles?  Pues vieron resucitar a la hija de Jairo, al hijo de la viuda de la ciudad de Nain, y como llamó a Lázaro que saliera del sepulcro, después de 4 días muerto. (Lc.8:54 – Lc.7:11 y Jn.11:43)
            Con razón el apóstol Pablo escribió: “Ahora ha sido manifestado por la aparición de nuestro Señor Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio” (2ª. Tim.1:10) ¡Y cómo no testificar de aquel que era la vida eterna! cuando les decía: “Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida” (Jn.5:21-24) “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.” (Jn.11:25/26)  otras referencias en Ro.4:17- 8:11- Efe.2:5 –Col.2:13)
            Su certeza sobre la vida eterna le llevó a escribir: “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna” (1ª.Jn.5:20)  Y sigue diciendo que la suma de todo lo oído y visto, esto mismo es lo que pudieron palpar con sus manos, porque aquel verbo encarnado, “hecho mucho más excelente que los ángeles” se ofreció para ser tocado-palpado después de su resurrección, por las manos del discípulo, quien tocó y exclamo; “¡Señor mío, y Dios mío) (Jn.27:28) así qué, por tocar al que se hizo hombre, confesó a Dios. ¡Bendito sea Dios, quien quiso tener por testigos a los hombres, a fin de que los hombres téngannos por testigo de Dios! (Hch.5:32 – 1ª.Tesl.2:10)
            “Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido”  ¡Que mejor gozo que el tener comunión con  Padre y con su el Hijo Jesucristo!  El eterno se hizo hombre para manifestarnos la vida eterna que había en él, y quiere hacernos participes y tener en común esta vida eterna; pero para ello nos dice, que en Dios no hay ningunas tinieblas, porque él es luz y nuestro andar ha de ser en la luz y no en tinieblas, toda vez que su sangre derramada en sacrificio expiatorio por todos nosotros, nos limpia de todo pecado que fue la causa de que anduviéramos en tinieblas.
            Mis queridos amigos, ¿puede haber más gozo que el saber que apropiándonos por la fe ese sacrificio, su sangre nos limpia de todo pecado?

            III.- SI ANDAMOS EN LA LUZ
            El esfuerzo manifiesto por testificar de la eternidad de Cristo y presentarlo como el Verbo de Vida, y la vida eterna, le lleva al apóstol a declararnos que Dios es Luz y por lo tanto, no hay en él ninguna clase de tinieblas que pudiera  inducirnos a la duda; toda vez que esa luz en la persona de su Hijo se manifestó. “Yo soy la luz del mundo; dijo Jesús, el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn.8:12)
            Y el andar y el tener comunión con él, denota una actitud de aceptación y práctica de la verdad revelada; y tal sea la manifestación en nuestras vidas de esta realidad la comunión -unos con otros- se realizará sobre la base de la verdad, la santidad y del amor, que son patrimonio de Dios a cuya comunión hemos sido llamados; una actitud contraria a este andar, traerá como consecuencia estar en tinieblas y este pecado obraría en las relaciones –unos con otros- como un elemento de distorsión.
            Estamos ante unas declaraciones sorprendentes que deberían hacernos reflexionar responsablemente; pues si bien la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado y su acción es permanentemente purificadora, el apóstol es consciente de cuan débiles y frágiles somos y asume la realidad humana que, por circunstancias de la vida, pudiéramos vernos envueltos en las tinieblas del pecado y estima de esta forma, que nadie se tenga por cabal o justo (el que piense ser justo…) recomendándonos el constante ejercicio de la humildad mediante la confesión reconociendo nuestras flaquezas y siendo sinceros con nosotros mismos.
            Mirad al apóstol como cuida su humildad; él cuyo privilegio le fue otorgado reclinar su cabeza en el pecho de nuestro Señor Jesucristo y sentir el latido de su amoroso corazón; sale al paso de tales circunstancias y nos dice: “Os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, no pierda esperanza, allí esta Jesucristo el justo, -tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado; (Hbr.4:15)  no temas porque la confesión pertenece a la humildad y esta fortalece el amor. Di lo que tú eres, mi paciente lector, a Dios y Dios dirá de ti lo que eres para él: “somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser….(1ª.Jn.3:2)
            Cuanta condescendencia y humildad nos muestra el apóstol, prefirió ponerse entre nosotros pecadores a fin de mostrarnos a Cristo como nuestro abogado, ¡Que humildad manifiesta! Tenemos, no dice tenéis ni me tenéis a mí y sigue:
El es la propiciación  por nuestros pecados, no por los vuestros solamente, sino por los míos también. El escritor sagrado en Hbr.7:25 de Cristo dice: Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”
            Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda buena obra para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén. (Hbr.13:20/21)

                                                                    V.  Ibáñez                                                                                

               



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por su visita a este blogg. Si le gustado puede dejar su comentario.