EL
MENSAJE OÍDO DE ÉL
Lectura. 1ª.Juan. 1:1/10
Texto: 1ª.Juan.1:1
Lo que era
desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo
que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida.
El Apóstol San Juan, se propone en
esta epístola dar testimonio, una vez más, de Cristo como nuestro salvador,
vinculando esta realidad a todos a Cristo y por medio de Cristo a Dios, con el
fin de que nuestra comunión verdaderamente sea con el Padre y con su Hijo
Jesucristo, lo cual proporciona cumplido gozo.
Este gozo que proporciona la
comunión con el Padre y con el Hijo, trae como consecuencia que nuestro caminar
sea en la luz, como él está en luz, induciéndonos de esta forma a la comunión
unos con otros, haciéndonos participes de su gracia al ser limpios por su
sangre de todo pecado.
El apóstol se presenta ante todos
nosotros como un fiel testigo, y afirma una realidad vivida que nos revela en
primer lugar, la eternidad de nuestro Señor Jesucristo al decirnos: “Lo que era desde el principio” relacionándolo sin duda, con su evangelio que
empieza así: “En el principio era el
Verbo” Y sigue atestiguando por lo que él mismo vio, consideró y tocó con
sus propias manos; es un peculiar estilo de testificar de Cristo empleando los
sentidos, anunciando de este modo, que lo que oyeron, vieron y palparon, era al
Verbo de vida. ¿Y cómo pudieron tocar con sus manos al Verbo de vida? Porqué, aquel
Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros y sigue diciendo: (y vimos su gloria, gloria como del unigénito
del Padre) lleno de gracia y de verdad. (Jn.1:14) Continua el apóstol (porque la vida fue manifestada, y hemos visto, y testificamos, y os
anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó)
I.- LA EXISTENCIA ETERNA DEL VERBO
El autor de esta epístola sigue
dando énfasis y repitiendo esta realidad incontrovertible de la encarnación de
nuestro Señor Jesucristo, como el Verbo de vida, la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó.
Esta manifestación de la vida eterna, esto es. La vida de Dios en Jesucristo,
es para Juan de una certeza absoluta y debe serlo para nosotros también mis
queridos lectores: El había oído hablar al Señor Jesús de su eternidad cuando
dijo: “Antes que Abraham fuese, yo soy” (Jn.8:58) Recordaba sin duda las palabras de Jesús en
el huerto de Getsemaní cuando oraba así:
“Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella
gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” (Jn.17:5) y esta otra
manifestación: “Salí del Padre, y he
venido al mundo; otra vez dejo el mundo y voy al Padre.” Jn.16:28
Juan sabia que Cristo existía antes
que se crearan todas las cosas visibles, habría leído en Prov.8:29/30 “Cuando establecía los fundamentos de la
tierra, con él estaba yo ordenándolo todo.”
Todas estas cosas había oído tocante al Verbo de vida y vivió para
declarar esta verdad y su objeto principal, era el trasladarnos su propia
experiencia ratificando con ella, que aquel por quien todas las casas
subsisten, sus orígenes eran eternos como él es eterno, y que al manifestarse
trajo consigo la vida eterna para todos los mortales.
II.- ÉL, ES LA VIDA ETERNA
Una y otra ver más, el apóstol vuelve a retraer su
testimonio con respecto a la vida eterna que estaba en el Padre y nos ha
aparecido; y se apresura a decir lo que hemos visto y oído es lo que os
anunciamos. ¿Pero qué es lo que vieron los apóstoles? Pues vieron resucitar a la hija de Jairo, al
hijo de la viuda de la ciudad de Nain, y como llamó a Lázaro que saliera del
sepulcro, después de 4 días muerto. (Lc.8:54 – Lc.7:11 y Jn.11:43)
Con razón el apóstol Pablo escribió:
“Ahora ha sido manifestado por la
aparición de nuestro Señor Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la
vida y la inmortalidad por el evangelio” (2ª. Tim.1:10) ¡Y cómo no
testificar de aquel que era la vida eterna! cuando les decía: “Porque como el Padre levanta a los muertos,
y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida” (Jn.5:21-24) “Yo
soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.”
(Jn.11:25/26) otras referencias en
Ro.4:17- 8:11- Efe.2:5 –Col.2:13)
Su certeza sobre la vida eterna le
llevó a escribir: “Pero sabemos que el
Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es
verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el
verdadero Dios, y la vida eterna” (1ª.Jn.5:20) Y sigue diciendo que la suma de todo lo oído y
visto, esto mismo es lo que pudieron palpar con sus manos, porque aquel verbo
encarnado, “hecho mucho más excelente que
los ángeles” se ofreció para ser tocado-palpado después de su resurrección,
por las manos del discípulo, quien tocó y exclamo; “¡Señor mío, y Dios mío) (Jn.27:28) así qué, por tocar al que se hizo
hombre, confesó a Dios. ¡Bendito sea Dios, quien quiso tener por testigos a los
hombres, a fin de que los hombres téngannos por testigo de Dios! (Hch.5:32 –
1ª.Tesl.2:10)
“Estas
cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido” ¡Que mejor gozo que el tener comunión con Padre y con su el Hijo Jesucristo! El eterno se hizo hombre para manifestarnos
la vida eterna que había en él, y quiere hacernos participes y tener en común
esta vida eterna; pero para ello nos dice, que en Dios no hay ningunas
tinieblas, porque él es luz y nuestro andar ha de ser en la luz y no en
tinieblas, toda vez que su sangre derramada en sacrificio expiatorio por todos
nosotros, nos limpia de todo pecado que fue la causa de que anduviéramos en
tinieblas.
Mis queridos amigos, ¿puede haber
más gozo que el saber que apropiándonos por la fe ese sacrificio, su sangre nos
limpia de todo pecado?
III.- SI ANDAMOS EN LA LUZ
El esfuerzo manifiesto por
testificar de la eternidad de Cristo y presentarlo como el Verbo de Vida, y la
vida eterna, le lleva al apóstol a declararnos que Dios es Luz y por lo tanto,
no hay en él ninguna clase de tinieblas que pudiera inducirnos a la duda; toda vez que esa luz en
la persona de su Hijo se manifestó. “Yo
soy la luz del mundo; dijo Jesús, el
que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”
(Jn.8:12)
Y el andar y el tener comunión con él, denota una
actitud de aceptación y práctica de la verdad revelada; y tal sea la
manifestación en nuestras vidas de esta realidad la comunión -unos con otros-
se realizará sobre la base de la verdad, la santidad y del amor, que son
patrimonio de Dios a cuya comunión
hemos sido llamados; una actitud contraria a este andar, traerá como
consecuencia estar en tinieblas y este pecado obraría en las relaciones –unos
con otros- como un elemento de distorsión.
Estamos ante unas declaraciones
sorprendentes que deberían hacernos reflexionar responsablemente; pues si bien
la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado y su acción es
permanentemente purificadora, el apóstol es consciente de cuan débiles y
frágiles somos y asume la realidad humana que, por circunstancias de la vida,
pudiéramos vernos envueltos en las tinieblas del pecado y estima de esta forma,
que nadie se tenga por cabal o justo (el
que piense ser justo…) recomendándonos el constante ejercicio de la
humildad mediante la confesión reconociendo nuestras flaquezas y siendo sinceros
con nosotros mismos.
Mirad al apóstol como cuida su
humildad; él cuyo privilegio le fue otorgado reclinar su cabeza en el pecho de
nuestro Señor Jesucristo y sentir el latido de su amoroso corazón; sale al paso
de tales circunstancias y nos dice: “Os
escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, no pierda
esperanza, allí esta Jesucristo el justo, -tentado
en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado; (Hbr.4:15) no temas porque la confesión pertenece a la
humildad y esta fortalece el amor. Di lo que tú eres, mi paciente lector, a
Dios y Dios dirá de ti lo que eres para él: “somos
hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser….(1ª.Jn.3:2)
Cuanta condescendencia y humildad
nos muestra el apóstol, prefirió ponerse entre nosotros pecadores a fin de
mostrarnos a Cristo como nuestro abogado, ¡Que humildad manifiesta! Tenemos, no dice tenéis ni me tenéis a
mí y sigue:
El es la propiciación por nuestros pecados, no por los
vuestros solamente, sino por los míos también. El escritor sagrado en Hbr.7:25
de Cristo dice: Por lo cual puede también
salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para
interceder por ellos”
Y el
Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran
pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda
buena obra para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es
agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de
los siglos. Amén. (Hbr.13:20/21)
V. Ibáñez
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