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miércoles, 17 de marzo de 2010

Cada uno vea como sobreedifica

Mi muy estimado lector; la palabra de Dios nos dice: “Bueno es mostrar celo en lo bueno siempre.” Ga.4:18

Es importante que estemos bien compenetrados sobre los motivos de nuestro celo y los móviles que nos impulsan a obrar de tal o cual manera, pues aunque podamos engañar a nuestros hermanos, no podremos hacer lo mismo con nuestro Dios y Señor. ¿Cuál pues, es la raíz de nuestro celo y testimonio; la carne o el Espíritu.?

En el transcurso de estas últimas semanas me ha sido manifestado por algunos jóvenes ciertas formas y maneras, no muy ortodoxas por cierto, de testificar de nuestro Señor y Salvador. Parece ser que el medio escogido esta vez es el deporte, estableciéndose contrataciones con diversas juventudes de otras tantas iglesias. No es mi intención juzgar tales métodos; me limitare únicamente a traer ante vuestra presencia, mis queridos lectores, aquel incidente ocurrido según leemos en 1ª. de Reyes 13:1/34. Así, pues, queridos todos especialmente vosotros jóvenes, que me informasteis con cierta reserva de tales procedimientos empleados para testificar del Cristo crucificado: En este incidente contenido en la lectura del libro indicado, vemos que el testigo de Dios, venido a Judá, había resistido sin titubear a la influencia natural del poder del rey, a sus ventajas, atractivos y favores; pero en cambio toda su decisión fracasó frente a la influencia del viejo profeta; de esta forma Satanás comienza a empañar su testimonio y alterar su poder y su valor.
El error cometido por el varón de Dios, fue sin duda, obedecer al viejo profeta, que esgrime la tan conocida frase: “Yo también soy profeta como tú”. Las razones expuestas habían trastornado el curso de un buen ministerio cuando se pretendió darle una supuesta orden de Jehová contrario al patrón o plano sobre el que tenia que edificar, según la palabra recibida directamente de Jehová.
Aquí, el hombre de Dios, siguiendo el consejo del viejo profeta, tomaba el consejo de la carne y de la sangre, escuchaba a un hombre en la carne y recibía otro plano o patrón diferente al que había recibido y el cual debía establecer y anunciar; sin considerar vino a ser participe del altar al que vino a juzgar, practicando todas las ceremonias y participando de sus pecados contra los cuales se levanto en vivo testimonio.

No pretendo hacer un examen exhaustivo de toda esta preciosa enseñanza: Únicamente quiero hacer resaltar la influencia perniciosa de este viejo profeta que al decir: “Yo también soy profeta como tu,” se atrevió a modificar el plan prescrito por Dios en el ministerio encomendado a su hermano; lo cual nos enseña un buen ejemplo a evitar. “Nadie os engañe con palabras vanas; porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia, No seáis, pues, participes con ellos” Ef.5:6,7.
Con todo, los resultados de mezclar su testimonio con la influencia mundana ( o de este mundo) fue afectísima para la debilitación del poderoso testimonio del varón de Dios y evidentemente perniciosa en sus resultados, puesto que en el versículo 33 se nos dice que Jeroboam no se torno de su mal camino. La obra del varón de Dios fue infructuosa por no obedecer al plan de Dios.
Mis queridos jóvenes y lector asiduo; la recomendación del apóstol San Pablo es: “Cada uno vea como sobreedifica”1ª.Cor.3.10
V. Ibañez


Nota: Este articulo fue publicado en El Embajador Cristiano, en su sección. Cuestiones de fe y de vida, -Segunda Época Num. 7

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